Por Manoel Castanho
29 Nov 2016
Manoel

Una tristeza enorme. Esto es lo que siente la gente de bien. Porque siempre se habla y se habla, pero todo vuelve a pasar.

Una tristeza enorme. Esto es lo que siente la gente de bien, sea del cuadro que sea, cuando se entera de lo sucedido ayer en el estadio Centenario. El que viajó para ver el partido se quedó sin ello. El que pagó su entrada no sabe si volverá a ver el dinero. Y el dolor de toda la gente que ve, una vez más, que los hechos de violencia compliquen el fútbol. Porque no es nuevo. Porque es anunciado. Porque siempre se habla y se habla, pero todo vuelve a pasar. Porque siempre hay que cambiar todo para no cambiar nada. Mucho de lo que se puede decir ya fue escrito – y conviene recordar. Pero antes, repasemos los incidentes.

Según informa Referí, todo empezó cuando fueron detenidos “tres cabecillas de la barra de Peñarol”, quienes llevaban entrada para varios hinchas. Varios integrantes del personal de recaudación en la tribuna Ámsterdam fueron atacados, estos abandonaron su lugares de trabajo y la policía cerró las puertas de la tribuna. Mientras tanto, en la misma tribuna, hinchas saqueaban un puesto de comida; desde arriba, tiraron de todo contra la policía – incluso una garrafa de 13 kg, algo inusitado (nota: en Brasil, hace un par de años, un hincha fue muerto en la ciudad de Recife en una situación semejante, cuando desde arriba se tiró un inodoro). La policía dijo que no había garantías y el partido se suspendió.

En la hinchada de Nacional, todo era fiesta. Tras la suspensión del partido, los jugadores vinieron a saludar a los hinchas. En las redes sociales, muchos bolsilludos expresaron su orgullo por este gesto; esto cayó mal en filas aurinegras y Ricardo Rachetti calificó esto de “violencia institucional”.

“Estamos matando al fútbol”

El presidente de Peñarol, Juan Pedro Damiani, propuso que el clásico se juegue el miércoles a puertas cerradas. Según publicó el portal Montevideo, el presidente dijo que “estamos matando al fútbol”. Si le damos especial importancia al verbo en primera persona, lo que tenemos ahí es una confesión.

Dijo además que “tengo cuatro hijos que siempre van a la Olímpica y hoy no vinieron”. La preocupación de Damiani con la tribuna Olímpica remite a un caso que ocurrió en 2010. El 12 de mayo se jugó el partido semifinal de la Copa Uruguaya y hubo incidentes en esta tribuna – que era llamada “la tribuna de la familia”, compartida por bolsos y manyas. El presidente de Nacional, Ricardo Alarcón, invitó a su par mirasol a estar juntos en la tribuna para dar una señal. Damiani se negó “porque siempre concurro a otra tribuna”, dijo que se necesitaba soluciones, no señales y que la caminata de Nacional hacia el Tróccoli había sido un fracaso. La solución, en aquel momento, fue instalar un pulmón en la Olímpica.

Damiani quiso recordar lo que dijo cuando falleció el hincha aurinegro baleado en Santa Lucía: "en aquel momento declaré que para mí no estaban dadas las condiciones para seguir jugando, quizás algunos pensaron que era un tema de sentimientos, pero lamentablemente el tiempo me dio la razón".

El análisis del presidente (quien, en este aspecto, coincide con Ricardo Rachetti) es incorrecto. El clásico no se suspendió por problemas entre hinchadas, sino por problemas en una hinchada, y él sabe bastante bien cuál es. Fue la misma en cuya tribuna hubo un herido de bala (y esto nada tiene que ver con el asesinato en Santa Lucía) durante el partido contra Rampla Juniors, episodio que obligó a suspender el partido; entonces, para un partido siguiente, no se

habilitó aquella tribuna, e igual hubo problemas en otra tribuna, con robos a puestos de comida – por casualidad, pasó exactamente lo mismo dentro de la tribuna Ámsterdam ayer.

Y ya que se habló de Rachetti, si los jugadores de Nacional saludan a su hinchada – y hay que remarcar que ayer ella se portó bien - ¿de qué violencia estamos hablando? Esto es como argumentar que el culpable del robo de un reloj es su dueño porque en un país en el que hay violencia no se puede salir por ahí con un reloj.

Claro está que no hay solo santos del lado de Nacional ni solo delincuentes del lado de Peñarol. Nacional ya tuvo castigos anteriores. En una ocasión fue obligado a jugar un partido de Copa Libertadores con puertas cerradas y en ese partido hubo lío entre la policía y gente que estaba fuera del estadio, y esa noche escribí que “a Nacional le hace daño su gente”. Rachetti, sin ser capaz de decir lo mismo cuando hinchas de Peñarol perjudican a su propio equipo, quiere encontrar la culpa en otro lado – sea en Santa Lucía, sea en el gesto del equipo de Nacional. Pero ayer los únicos responsables por los incidentes fueron personas identificadas con Peñarol.

Esto es reiterado

Cayendo en el riesgo de aburrir, se podría mencionar una enormidad de problemas sucedidos en esta tribuna en campeonatos anteriores, pero nos limitamos a tres. Recordamos que la final de 2015 fue terminada antes del tiempo porque ni siquiera la ambulancia estaba libre de agresiones cerca de la Ámsterdam; que la misma situación pasó el mismo año en un clásico de verano; y que en 2012, cuando los aurinegros conquistaban el torneo Apertura, la policía recibía todo tipo de agresiones de gente de la Ámsterdam en el partido de Peñarol contra Juventud de Las Piedras, y no solamente no pasó nada, como la diputada Susana Pereira salió en defensa de los barrabravas y dijo que nunca hay incidentes cuando ella está presente. Se ve que aquel día no estuvo y que ayer tampoco... Son incidentes reiterados que se alimentan de impunidad. Este último es más grave que los demás, porque muestra la incapacidad del agente estatal (la policía) y terminó con el mundo al revés: los policías escoltados por los líderes de la barra.

¿Qué tienen en común estos incidentes? La impunidad. Uno podrá argumentar que, al menos en el caso de la final de 2015, hubo una punición a Peñarol: los siete minutos finales no jugados y la quita de un punto en la tabla anual. Sí, efectivamente se hizo esto, pero como punición fue algo tan ridículo que no ayudó en nada a impedir que otros episodios de violencia se sucedieran. Apenas iniciado el torneo especial (cuyo inicio, recordemos, estuvo en duda luego de los incidentes ocurridos en el estadio cuando Peñarol fue campeón), los manyas fueron castigados por unos botellazos a la terna del partido contra Liverpool, debiendo jugar contra Villa Española a puertas cerradas.

Impunidad y fotos

Aún en 2010, conforme publicación del portal Montevideo, el ministro Eduardo Bonomi dijo, acerca de las cámaras de seguridad instaladas en el estadio Centenario: "captan desde lejos y muchas veces esa foto sirve como prueba, pero para identificar a la persona es más difícil."

Ayer circulaban en internet fotos de parciales mirasoles sonrientes, exhibiendo latas de Coca Cola robadas. No es difícil identificarles, si los responsables se proponen a hacerlo. También circuló el video de un hincha agarrando una garrafa de 13 kg y tirándola abajo – en este caso,

la calidad de las imágenes puede complicar la identificación. El Observador también publicó un video del robo a un puesto de comida.

¿Pero quién será tan idiota a punto de sacar una foto que puede incriminar a si mismo? Apenas quien confía enteramente en la impunidad, sea cuales sean las razones. Los que robaron a un trabajador tienen orgullo de hacerlo y publican fotos exhibiendo su “valentía”. Si no se castiga a los responsables, el mensaje que se transmite es que dicha situación es aceptada por la sociedad.

Discutir todo para no resolver nada

¿Cómo olvidar que el propio inicio del campeonato estuvo en riesgo? Una nota publicada en decano.com el 13 de julio de este año, con el título “El drama nuestro de cada año”, iniciaba con las siguientes palabras: “El gobierno anunció que ‘en las condiciones actuales se encuentra en riesgo el comienzo de la próxima temporada y la normal continuidad del fútbol en nuestro país, dependiendo del futuro accionar de la AUF y los clubes que la componen’. El párrafo anterior parece ser de hoy, pero fue publicado por Referí el 12 de enero. Cada año pasa lo mismo”.

La situación del clásico se veía venir. Aquella misma nota traía las palabras de Pablo Durán a la 1010 AM: “Un clásico tiene riesgo y es impensado que en una tribuna como la Olímpica compartida, se pueda solventar solo con la guardia privada de los clubes, debe haber presencia policial”.

Cuatro meses antes, ya se veía la discusión que hubo con la tribuna Olímpica en la semana del clásico – al fin se habilitó, pero se vendieron escasas entradas. Lo que se vio, en este caso, fue un ejemplo de inoperancia por parte de las autoridades. Las autoridades terminan siempre como rehenes de la pauta del día, de las urgencias, y nunca como protagonistas.

Otra nota publicada en decano.com, esta el 8 de noviembre con el título “No son de palo”, también trata del tema de discutir sin resolver nada. Dice la nota: “En abril, aún bajo el impacto de la muerte de un hincha tricolor (Pablo Montiel), la Secretaría Nacional de Deportes (SND) propuso a la Comisión de Seguridad del Ejecutivo la idea de suspender los partidos por cánticos de muerte. José Luis Palma, presidente de Liverpool, concurrió en representación de los clubes y dijo que había apoyo para la idea. ¿Y qué pasó? Pasó que ahora hay un muerto en la parcialidad carbonera y se discute la suspensión de partidos por cánticos de muerte”.

Si las autoridades no asumen su protagonismo, otros lo harán – especialmente cuando se les da poder. La nota también decía: “Pero podría haber casos en los que a una hinchada le vendría bien parar el partido e incluso suspenderlo (…) Es una situación hipotética, pero hay un caso concreto el año 2015, en el clásico de verano, cuando Nacional vencía por 3 a 0 (el tercer gol anotado a los 39 del segundo tiempo) y el partido no pudo terminarse porque desde la Ámsterdam tiraban de todo en el campo”.

La pregunta obvia que surge de ahí es: ¿A los hinchas de Peñarol les vendría bien suspender el clásico? Evidentemente que una mayoría dirá que no. Esta mayoría es formada por gente de bien, que entiende que esto es un deporte, que entiende que la rivalidad no debe extrapolar el límite de las cuatro líneas, que entiende que en el fútbol se gana y se pierde. Pero seguramente hay hinchas de Peñarol a los que viene bien la suspensión, hay los que se benefician de “pudrir todo”. Y este pensamiento está en línea con los dirigentes, ¿o Damiani no pidió esto hace algunas semanas?

Tirando gasolina al incendio

Por la noche empezó a circular en internet una noticia falsa con una foto fuerte: sería un hincha de Peñarol muerto en la zona del Obelisco tras un enfrentamiento, no se sabe si con la policía o con hinchas de Nacional. La noticia tendría un enorme potencial explosivo en un ambiente ya bastante tocado por los incidentes de Santa Lucía, que resultaron en la muerte del parcial aurinegro Hernán Fioritto.

La foto en cuestión, según informa el portal Montevideo, es de un crimen sucedido en Maldonado en la madrugada del sábado. Sea quien sea que haya difundido la imagen por internet asociándola al clásico, estuvo apostando a la confusión, a aumentar el problema, en tirarle gasolina al incendio. El que tuvo esta iniciativa es tan delincuente como el que causa los disturbios, porque sabe el potencial multiplicador que tiene internet sin que se haga una crítica o un chequeo si la noticia es verdadera o no. Por suerte, en este caso, la verdad no demoró a aparecer.

El aspecto comercial

Cuando se piensa en este clásico desde el aspecto comercial, hay muchas cosas que objetar. Primero de todo, un clásico con la tribuna Olímpica vacía sería de un ridículo atroz – y hablo de la Olímpica por ser la que aparece al fondo en la transmisión de la TV. Después, las garantías. Varias veces el clásico fue transmitido para Brasil por ESPN. Ayer no fue el caso. Pero supongamos que uno fuera de Uruguay quiera transmitirlo para un público que no es uruguayo. ¿Sería capaz de arriesgar dos horas de transmisión por un evento que puede ser suspendido a cualquier momento por culpa de quien no tiene nada que ver con la pelota rodando?

Siempre se habla de Uruguay como un mercado chico, del campeonato uruguayo como un torneo devaluado; sin embargo, el país aún produce jugadores de nivel mundial. La principal vitrina de este país es la Celeste, y gracias a la movida de los jugadores, se va a mejorar bastante el ingreso de la empresa de material deportivo. Y la segunda es el clásico. Hace poco, los jugadores del nivel local hablaron sobre replicar la movida realizada por los cracks celestes. Si usted fuera un inversor externo, con toda esta exposición negativa, ¿invertiría en este producto?

Unas preguntas extras podrían llevar a pensar un poco más, pero sin ninguna respuesta conclusiva: ¿Quién es el dueño del campeonato uruguayo, si es que hay? ¿Está tratando de forma correcta a su producto de modo que le dé ganancias? (¿O será que solo da ganancias si no se trata de forma correcta?) ¿A quién interesa un campeonato devaluado?

Una percepción personal

Al autor de estas líneas le gustaría que se jugara el partido, más que nada para dar un mensaje a los violentos, para demostrar que no van a someter la mayoría pacífica a su voluntad, y para que todo se resuelva en la cancha. Pero los conocedores del tema están en la policía y en la Comisión de Seguridad, ellos decidieron tomar otra medida y no discuto sus razones.

De todos modos, me cuestiono por qué motivo tengo que vivir pendiente de algo que sucede en otro país, a tres mil kilómetros de mí. Cierto, es por amor, pero a veces hasta el amor llega al límite de la paciencia, sobre todo en un ambiente que no favorece la eficiencia sino el acomodo. Ojalá esté equivocado, pero aunque el reglamento es claro, me parece que vendrá algo peor que el caso de Villa Española, cuando la demora hasta el fallo del Tribunal de

Contiendas fue de casi 90 días (mientras el fallo del Tribunal de Penas vino en tiempo récord). En aquel entonces, Peñarol no estaba directamente involucrado con el tema; ahora sí, lo es – y el tema afecta también a Danubio.

Manoel Castanho

Foto: @nacional


Manoel Castanho

Nacido en Rio de Janeiro, Manoel Castanho es periodista graduado por la Universidade de Brasilia. Hincha de Nacional por iniciativa propia desde los 10 años de edad, aprendió a amar la rica historia del club y estudia todo lo que cae en su mano para conocerla mejor. Su único vínculo con Uruguay es el amor por Nacional y gracias a esto tiene dos millones de amigos.




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