Luna de miel en Brasil

La anécdota de un lector de Decano sobre la inolvidable final de Libertadores de 1980, en el marco de lo que sería conocido como "El éxodo a Porto Alegre".

Ya estábamos de luna de miel en Río de Janeiro, cuando se fijan las fechas de las finales y la primera coincidía con mi estadía en Brasil.

Apenas lo supe, fui a las oficinas de Pluna para intentar cambiar el pasaje haciendo una escala en Porto Alegre el día anterior al regreso, que estaba pactado para el 31 de noche. Logrado esto, llegamos el día anterior a la final, de noche, y nos encontramos con que todos los hoteles estaban llenos. No sabíamos qué hacer hasta que consultamos a un taxista que nos llevó a un hotel nuevo en la zona del Puerto (por cierto, la zona más fea de la ciudad).

Al día siguiente, nos esperaba otro desafío: ir a conseguir las entradas. Fue en ese momento que mi mujer se dio cuenta de que había un partido de fútbol y que esa era la razón por la cual pasaríamos los últimos días de la luna de miel en Porto Alegre.

Había tantos pero tantos hinchas de Nacional por todos lados, que obviamente me encontré con varios amigos.

El ambiente no era el más seguro, recuerdo por ejemplo que vimos como tres o cuatro morenos enormes con una faca gigante robaban a plena luz del día a un par de uruguayos veteranos que se habían aventurado a una zona no muy recomendable.

Al día siguiente, no conseguimos taxi para ir al estadio, por lo que tuvimos que ir en ómnibus rodeados de hichas del Inter, así que por las dudas no dijimos ni una palabra y lo único que hicimos en todo el viaje fue sonreír por las puteadas al conductor que no se apuraba y al que trataban de "Gremista filho da puta". 

Y por fin, el partido: las puteadas a Romero —juez argentino— por un penal que no nos dio, y la salida en la que un hincha del Inter se apiadó de nosotros, que no teníamos transporte, y nos invitó a comer en una pizzería en frente al estadio, para poder salir del caos —en el que nuevamente vimos algún robo— y luego nos arrimó al hotel.

Daniel