Por Dr. Hernán Navascués
2 Dic 2016
Deportividad

Llama mucho la frágil atención de las instituciones y cómo, según las circunstancias, cambian de opinión o sostienen, sin mayor rubor, contradicciones evidentes.

@|Danubio ha publicado un comunicado en que solicita la renuncia del Tribunal Arbitral argumentando que el fallo que le da el partido clásico ganado a Nacional perjudica a terceros; lo que quiere decir que invoca, que impere sobre las normas, la deportividad.

Llama mucho la frágil atención de las instituciones y cómo, según las circunstancias, cambian de opinión o sostienen, sin mayor rubor, contradicciones evidentes.

O quizás, simplemente, se confía en que el paso de los años desdibuje la memoria. Pues, apelemos a ella. Hace ocho años un árbitro, el Sr. Líber Prudente dio por finalizado un partido en el Parque Central porque el ingreso de Nacional al campo fue un minuto tarde (episodio más que común en el fútbol, siendo muy fresco el recuerdo del partido entre Uruguay y Brasil, por las eliminatorias, que comenzó diez minutos tarde por el ingreso seis minutos después de la hora del equipo norteño). En forma inmediata, tres equipos fundamentalmente: el propio Danubio, Defensor Sporting y Peñarol, promovieron una campaña y reclamaron en la AUF, para que se diera ganado el partido a Villa Española perdiendo los puntos Nacional.

La solicitud no tenía ningún fundamento reglamentario, porque Nacional se había presentado a jugar, hasta tal grado, que fue nada menos que en los propios vestuarios del club tricolor que se dirigió y se mantuvo el árbitro luego de la suspensión. Para la pérdida de puntos no había ninguna base reglamentaria, pues, en esos casos, el instructivo de la Internacional Board era de una tarjeta amarilla para el capitán del equipo, lo que por otra parte no tenemos conocimiento que se haya aplicado en ninguna cancha del mundo. Pero, en este caso, insistentemente, sin base reglamentaria, reiteramos, se pretendió la adjudicación del partido para Villa Española, lo que así hizo el entonces Tribunal de Penas, presidido por el hoy Delegado de Danubio, Dr. Leonardo Goicochea. Una apelación de Nacional ante resolución de la Mesa Ejecutiva originó otro fallo en el Tribunal de Apelaciones, que sostenía que el partido se debía jugar. Los tres clubes mencionados no se amilanaron y, en forma persistente, insistieron en que el Tribunal que resolviera finalmente la controversia fuera el de Contiendas, lo que finalmente así ocurrió.

El cálculo era simple: en el Tribunal había dos integrantes de Defensor, dos de Peñarol y tan sólo uno de Nacional. El caso estaba liquidado, según su entender. En ese entonces yo era Secretario Ejecutivo de la AUF. Y se me ocurrió comentar que el asunto no estaba laudado de antemano, como se suponía, porque en el Tribunal había un magistrado, el Dr. Eguiluz y un profesor universitario como el Dr. González Lapeyre, en quienes iba a primar, estaba seguro, los hombres de derecho. Y así sucedió, lo que originó que se me adjudicara la responsabilidad de lo sucedido, como si yo hubiera podido incidir en el voto de dos calificados juristas, habiendo ocurrido simplemente que mi impresión sobre la calidad técnica e imparcialidad estaba muy bien fundada. El Club Peñarol pidió mi renuncia al cargo y, finalmente, obtuvo que también ingresara en la AUF el Dr. Guillermo Piedracueva.

Hoy, en este caso, la situación es muy clara, porque hay una norma que lo decide y me limito a señalarla: el artículo. 5.9 del Código Disciplinario, edición 2014. Ante estos hechos contradictorios en la postura de las dos instituciones aludidas, cuyo concepto sobre deportividad ha variado según las circunstancias, me limito a recordarlo porque ello refleja que mi actuación de hace ocho años no fue en modo alguno violatoria del principio del juego limpio deportivo. Y lo hago también, para recordar a los dos juristas que no se dejaron llevar por la pasión deportiva y se limitaron a actuar con la sana convicción de sus condiciones de hombres de derecho, como ha sido siempre mi intención en mi caso, aunque no puedo juzgar yo mismo si siempre lo he logrado. Pero, sobre el episodio de marras, creo que no puede merecer la más mínima duda de que si en algún momento hubo dobleces según las circunstancias, no ha sido precisamente de mi parte.

Dr. Hernán Navascués

elpais.com.uy





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