Por Ernesto Flores
19 Jun 2017
hincha

Los trofeos pasaron a ser banderas rivales y, en su versión más macabra, la muerte.

"No hay nada más decente en mi corazón" canta Fernando Cabrera en "Punto muerto". Esa puede ser una buena imagen para representar mi vínculo con Nacional, mi primer vínculo, aquel de mi infancia a comienzos de los 70. Así lo sentía, y seguramente así era.

Épocas en que los trofeos se ganaban en la cancha y el amor por el club que defendías se demostraba con respeto en el juego. A ningún futbolista se le ocurría besar un escudo. Cuando lo que estaba en juego eran los puntos y a veces, un poco el honor.

Años en los que el hincha era parte integral del espectáculo, no un actor destacado, y el canto más agresivo que podías escuchar era un fuerte “hijos nuestros” repetido hasta vaciar el cemento.

Tiempos difíciles para acceder a una camiseta oficial de tu club y en los que, aquellos que lograban hacerse de una réplica que se acercaba a la que lucían los ídolos, era improbable que la vistieran en la tribuna. La camiseta era para el campito. Lo que no faltaba en ninguna casa, era un banderín.

Después algo pasó. No sé de dónde ni cómo vino. Menos el por qué.

“Cagón”, “putos”, “pija”, “concha” y “mierda” son los estandartes de una elegía constante al rival favorito, que a veces se nos hace imprescindible presencia.

El hincha se produce e hipoteca para mostrarse con su vestimenta, la original. Los modelos cambian en cada temporada y se hacen presentaciones de los nuevos kits. Todo esto acompañado de debates intra-web en el que cada quien defiende su marca de preferencia y los más atrevidos llegan incluso a exponer sus propios diseños.

El juego se extendió a todos los días de la semana y abarca la disputa de la bandera más grande, la hinchada que más acompaña, la que vende no solo más entradas sino más pasajes en las visitas al exterior y en el menor tiempo, el club que se transforme en tendencia y sea el primero en...lo que sea.

Se defiende a morir al que se formó en casa, dice ser hincha o besa incansablemente el escudo. Las moñas, los taquitos, las paredes y a veces hasta los goles pasaron a ser patrimonio de los clubes mega empresa, que reciben sin cuestionar futbolistas hinchas de clubes que ni siquiera pueden pronunciar. El que entiende el juego mediático tiene más exposición que el “10” y algunos pasan más tiempo en el vestuario que en la cancha.

Los trofeos pasaron a ser banderas rivales y, en su versión más macabra, la muerte.

"No hay nada más demente en mi corazón" canta Fernando Cabrera en "Punto muerto". Nuevos tiempos. Por ahí viene la cosa ahora.
 

Ernesto Flores

http://floresern.blogspot.com.uy/2017/06/nuevos-tiempos.html





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