Por Recibimos y publicamos
9 Dic 2013
Cecilia

Calor. Candente como el rojo de la tarjeta que veo a cientos de metros de distancia. Premonición maldita que me atraganta. Los turistas no entienden...

Calor. El vaso de refresco no alcanza para aplacar el intenso y candente ambiente de la tarde dominguera, mientras la tercera hace su tercer gol y festeja al final en la improvisada piscina en la que se transforma el añejo foso del estadio.

Calor. Dos turistas sentados delante nuestro aplauden el gol de Ramos y el penal y después el final, supongo que sin saber, a ciencia cierta, que esos chicos ganaron el campeonato y son cantera, mientras sacan fotos a la tribuna que empieza a poblarse.

Calor en la tribuna y en el cemento.

Calor. Los turistas empiezan a filmar con su celular la entrada de los jugadores de la primera, y cuando el minuto de silencio en la cancha intenta ser silencioso,  la atención  empieza a desviarse hacia las gradas superiores de la Colombes.

Calor. Los dos extranjeros hablan entre ellos mientras observan los incidentes que amenazan con transformarse en una postal repetida del nuestro fútbol. Las cabezas van de un lado al otro porque está empezando el partido. Los turistas no filman esta parte del espectáculo. La coherencia prima, hay quienes  tienen que separar a los que separan el futbol de la fiesta  y las aguas se calman, demostrando que los que acudimos a la celebración del futbol queremos eso y no lo otro.

Calor. No jugamos bien y el calor empieza a subir pero desde adentro y no como consecuencia de la canícula y  ¿es a mí que me parece o es que no damos pie con bola con la bola?

Calor. Atentos a los resultados de otras canchas.

Calor. Los turistas van por su tercer vaso de refresco y siguen sacando fotos de con su celular. El gol que abre el partido sacude la tribuna y hace que aplaudan la jugada. Hay una leve y apenas perceptible brisa que sopla sobre nuestras cabezas. Los goles siguen cayendo aunque pero las jugadas equivocadas también. En el entretiempo los turistas se paran y arrojan sus vasos vacíos a un contenedor, en una imagen rara en estos lares del mundo, mientras la brisa no alcanza.

Calor. Un poco de azar y los puños de Bava se apiadan de hacernos subir la temperatura aún más en el segundo tiempo, en un trámite cansino de los minutos que no corren demasiado rápido en un cansino transitar que hace bostezar a los turistas. Todavía no sé porque Arismendi tuvo amarilla. Arismendi tampoco.

Calor. En un acto premonitorio pregunto cuántas amarillas tiene Alonso por si las moscas y por la falta de criterio en nuestro fobal de cuidar al habilidoso y porque este juez ….bue mejor no digo, y porque Alonso reclama siempre  y ya lo tienen medio junado y entonces empieza el segundo y como a los sesenta y pico llega el cuarto, golazo y pico además, el calor surge desde la tribuna mientras los resultados de otras canchas no son los esperados, pero nosotros sin que nos sobre nada y más bien nos falte un poco de todo del medio para atrás, vamos ganando. Partido liquidado, amarilla a Alonso por protestar un offside, me acuerdo de mi interrogante de hace un rato y pienso que el técnico los sacará porque en este país no se cuida al habilidoso y porque Alonso reclama siempre y porque se vienen las que duelen y el partido esta liqui liqui pero no, sale Porta. La gente pide por Recoba aunque yo también a él lo cuidaría porque vamos ganando cómodos…

Calor. Candente como el rojo de la tarjeta que veo a cientos de metros de distancia. Premonición maldita que me atraganta. Los turistas no entienden porque lo echaron. No hay quien se los explique de todas formas.

Calor. El invisible que irradia Alonso cuando pasa caminando despacio mientras baja al vestuario, y mientras se corea su nombre en una onda expansiva de energía calurosa todos sabemos que va a faltar una pieza esencial en este tablero entreverado de ajedrez que será este final de campeonato y donde quedan muy pocos movimientos.

Calor. Que sale desde adentro hacia afuera más que de afuera hacia adentro mientras a la salida se escucha hablar de cocimientos reiterados. Seguro que los turistas se fueron pensando que será eso del arte culinario mezclado con el fútbol. 

Calor. El del corazón que no se apaga aunque la cabeza tenga que estar ahora más fría que nunca.

Cecilia810


Cecilia 810

Cecilia es la lectura más esperada después de cada partido. Un bálsamo en los momentos difíciles y un tónico para acompañar la euforia




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