Por Recibimos y publicamos
2 Feb 2014
Cecilia

Como en un primer día de clases, la expectativa se siente en el aire, mientras unas gotas impertinentes caen en la tarde noche sobre el viejo estadio.

Gotas de lluvia tan impertinentes, frescas y atrevidas como la delantera que hoy sale a la cancha.

Algunos otros alumnos están alrededor nuestro en la tribuna. Suena la campana para dar comienzo a este primer y exigente día de los quince exámenes que tendrán que dar.

Quizás este inicio hubiera merecido un mayor marco de espectadores pero las explicaciones son tan variadas y también subjetivas que, lo importante es que ellos están ahí, con el mandato de ese uniforme memorable que portan y apuntalados por los que les llevan muchos exámenes de ventaja.

Austero y respetuoso de la importancia de este día el Sr. Director se puso un traje elegante, los alumnos ya están en el recinto, ahora habrá que ver como resulta el examen.  Toca la campana y a dar la prueba.

Hay adrenalina en sus cuerpos porque saben que les están permitiendo ser presente para poder ser la esperanza del futuro.

A los nueve minutos llega la primera prueba de fuego del examen, el alumno con el veintiuno en la espalda y después de varios rebotes hace uso de su desfachatez  y no respeta al veterano golero que tiene delante  y la manda guardar.  Saluda a sus compañeros de banco.  El director lo mira pasar mientras sonríe complaciente.

Pero después de aprobada esta prueba el equipo se descansa, se hace débil por el lado derecho y el director se ofusca. La clase se desordena, se distrae y entra como en un recreo demasiado riesgoso. El director agita los brazos buscando el orden nuevamente. Los alumnos no acatan lo que les pide. El director rezonga.

En la segunda parte la clase sigue algo desordenada, el director se sacó hasta el saco y camina agitado y preocupado. Sabe que si bien estamos en el primer examen un traspié nos puede costar caro.  Los expectantes acompañantes desde afuera alientan y cual “padres” ansiosos en el primer día de clases animan a los “alumnos” a dar todo lo mejor.

Desde la línea los experimentados del grupo también están atentos.

El director prueba con algún cambio dando paso a alguno más avezado aunque el equipo sigue medio díscolo. Los alumnos que no entraron al examen y están en la tribuna comentan las incidencias del mismo mientras la llovizna cae sobre el cemento. Por fin a los setenta y dos minutos uno de los alumnos más jóvenes da con la respuesta acertada. Dos a cero. Otra vez una falta de respeto contra el golero rival. Es que la juventud es así de irreverente…

Los dos autores de los goles suman en edad, la edad del compañero que los alienta ahora y los rezonga a veces…que desparpajo che…

Termina el primer examen. Los alumnos tanto los jóvenes como los veteranos se van aplaudidos, el director en camisa, se acomoda los anteojos y  agita los puños en señal de triunfo mientras baja los escalones. Sabe que como buena primera jornada de prueba, ésta dio su trabajo aunque también dio sus frutos, pero también sabe que tendrá bastantes deberes para corregir en este ciclo exigente y voraz.

Dice el poeta John Milton que “la juventud anuncia al hombre como la mañana al día” por lo que podemos ser optimistas en pensar que si no se falta a clase y se presta atención, se anuncian buenos días.

Cecilia810


Cecilia 810

Cecilia es la lectura más esperada después de cada partido. Un bálsamo en los momentos difíciles y un tónico para acompañar la euforia




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