Por Recibimos y publicamos
12 Mar 2014
Cecilia

Alguien debe indefectiblemente darles una explicación para lo que pasó ayer y de cómo se escaparon en dos minutos dos puntos.

Porque generalmente son pocas veces, las veces en que un cuadro que va ganando todo el partido, faltando dos minutos pierde los dos puntos por un empate en la hora. Tan pocas las veces en la generalidad, que se festejan como una victoria para quienes lo logran y duelen como una derrota para quienes lo sufren. Claro que esto pasa generalmente si el miedo a perder es más grande que el arriesgarse a ganar. Sabemos de estos momentos a nuestro favor en nuestra historia y los hemos disfrutado. Ayer lo sufrimos y hay o debe haber, una explicación.

Una vez escuché a un famoso jugador de basquetbol extranjero decir después de un partido y cuando le preguntaron cómo analizaba la derrota, decir que no podía analizarla porque todavía se estaba lamentando por la bola perdida que causó el final adverso pero que con más calma alguna explicación después sería la más coherente, aunque reconoció que él en ese momento no la tenía.

Cuando pase el lamento del empate en la hora si hay alguna explicación coherente escondida por allí , alguien debe encontrarla y entre las miles de opciones están: que el fútbol es así, que jugamos un segundo tiempo demasiado atrasados, que ellos no te perdonan y nosotros los perdonamos en el primer tiempo, que el palo en el tiro libre se podía haber corrido, que los cambios no fueron los adecuados, que no hay mejor defensa que un buen ataque, que un equipo con diez ya no es desventaja si sabés cubrir los espacios, que el primer gol de ellos debía haber sido falta a favor nuestro, que en ese remate desgraciado se coló un rebote fatídico, que debíamos de no perder tanto la pelota y adelantarnos, que el juez podía haber dado dos minutos en vez de cuatro, que jugar en esa cancha es difícil aún ganando, que el dos a cero es el peor resultado para un equipo porque se descansa, que terminamos demasiado agotados físicamente, que los jugadores se acalambran porque hace tiempo no juegan, que el segundo tiempo fue otro partido y nunca pudimos repetir lo que hicimos en el primero, que tener la pelota es casi una obligación cuando vas ganando y no falta nada, que a priori nos íbamos a comer una goleada así que no debemos quejarnos, que el empate lo firmábamos todos, que nos faltó la mística de antaño para aguantarlo, que los rivales también juegan, que no tenemos alguien que enfríe las cosas o las enfriamos demasiado en nuestra contra otra vez con los pelotazos sin ton ni son, que ellos son mejores y punto y los agarramos dormidos hasta que se despertaron, que si jugamos diez veces más nos ganan nueve, que en el fútbol también se precisa suerte, que tanto va el cántaro al agua que al final nos tiraron con un baldazo y con el cántaro lleno, que este equipo no había jugado junto antes, que en el entrevero final alguna iba a entrar, que ellos también juegan y ta…si, cualquiera sirve, pero tiene que haber una explicación para poder entender como tres puntos se transformaron en uno cuando dos vueltas del segundero hubieran bastado para traérnoslos a casa.

¿Hubiera cambiado la perspectiva del asunto esa pelota si no hubiera entrado? Probablemente y hoy se estaría hablando más de lo bueno y menos de lo malo. ¿Hubiera cambiado mi perspectiva? No lo sé, pero sé que me hubiera gustado porque habría servido para honrar un ratito a los verdaderos hinchas.

A los hinchas que están siempre y no les importa hacer dos horas de cola, o bancarse dos horas bajo la lluvia, o pagar muchas veces más de dos cientos de pesos que les duelen, a los incondicionales que nunca piden nada, a esos, es a los que les debemos una explicación coherente por esos dos minutos que devinieron después de varios minutos de desatinos y cuando el primer tiempo había sido lo más parecido de los últimos tiempos a lo que los hinchas quieren ver siempre.

No se preocupen en dar una explicación a los intelectuales del fútbol, procuren primero encontrarla, si pueden y dénsela a la gente de pie. Simplemente por honrarlos y aunque ellos no la pidan.

Eran dos minutos y se transformaron en dos puntos menos. Y si bien podría no haber una dilucidación demasiado coherente más que el juego, en este juego que así de traicionero es a veces, a los que nunca traicionan y aman al Bolso sin reclamos, en definitiva, creo que alguien les tiene que explicar lo que pasó. Los tienen ahí cada partido, los tendrán ya el que viene, no hay excusa.

Cecilia810


Cecilia 810

Cecilia es la lectura más esperada después de cada partido. Un bálsamo en los momentos difíciles y un tónico para acompañar la euforia




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